Casa museo
Fue en este hogar, cálido y sencillo, donde Jean Monnet pasó la mayor parte de su vida tras la Segunda Guerra Mundial y donde maduraron numeroso proyectos esenciales para el futuro de Francia y de Europa. Lejos del bullicio de la capital francesa, Jean Monnet pudo desarrollar su visión de la paz y la unidad europeas.
Planta baja
En primer lugar, el museo ofrece al visitante la experiencia única de admirar las habitaciones históricas (salón, comedor y dormitorio) de la planta baja.
El descubrimiento de esta parte de la casa y de los objetos, fotografías, cuadros y documentos de archivo que ahí se encuentran se puede realizar al ritmo elegido por el visitante, con la ayuda de la audioguía (en tres lenguas: francés, inglés y alemán) y de breves textos explicativos, así como de un documental que puede verse en la primera planta.
Jean Monnet mantenía conversaciones telefónicas con personalidades de todo el mundo. Hay numerosas fotografías en las que aparece hablando con algunas de ellas: John Fitzgerald Kennedy, Konrad Adenauer, Harold Mac Millan, etc.
Son varias las habitaciones de la casa equipadas con teléfono, algo poco habitual en esa época. Silvia, la esposa de Jean Monnet, era pintora aficionada. Los óleos que pueden verse en la casa son todos obra suya.
Jean Monnet y su familia compartían a menudo su mesa con invitados célebres o con sus colaboradores. Entre los políticos influyentes que fueron invitados a cenas privadas están el ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman, el canciller alemán Konrad Adenauer y el presidente de los Estados Unidos Dwight D. Eisenhower.
Desde esta habitación, situada en la planta baja, Jean Monnet salía temprano todas las mañanas a dar largos paseos. La habitación ofrece preciosas vistas sobre el paisaje que rodea la casa, algo que él apreciaba y que le sirvió de inspiración para, una vez jubilado, escribir sus memorias.
